POEMAS

de

Francisco Blesa Herrera

 

De Feliciano de Troyes
    O De La suposición de Julia


Pregunta si es amor que las cosas te cerquen,
Ser posada de insectos, testigo de las flores,
Que el mundo te provoque y el sentido te aflija.

Que en esta prolongada memoria de los siglos
Mi caballo galope.
Pregunta si es amor el orgullo, el escarnio del verbo,
La rueca del afán que origina los días.

 

 

De Feliciano de Troyes
    O De El libro de la Isla


    Bajan del monte las miserias, del mar el corazón. Y para ser dolor llega a la casa. Las tímidas cosechas. La sobrevivencia. Inservible tu buche tristísimo y exhausto. ¡Oh, pájaro!

 

 

De La suposición de Julia

    No era todavía la casa del tiempo. Y las palabras eran libres, como juguetes, como flores. Las palabras rodaban por el suelo como cubos de madera azul o botones brillantes. Se podía encontrar una palabra en el pasillo. Hacíamos construcciones. La lengua era la caja. Y las palabras las piezas de una arquitectura liberada del mundo. Es posible que papá estuviese convencido de muchas cosas. Y Julia menos, pero lo disimulaba. Para mí la convicción era otra palabra y el plural una simple variante de uno de los juegos. No del más importante. Porque también estaban las avispas, sobre todo las de ojos azules, que eran hembras –decían- y pacíficas por naturaleza, conveniencia o pacto. O por defecto. Pero apenas picaban. Jugábamos a contemplar. Y si el objeto de la contemplación se movía o era movimiento, el juego resultaba más divertido. Nos divertíamos olvidándonos.

 

 

De El libro de la isla
    O De La Suposición de Julia


    Cuando habíamos perdido la esperanza, ha cesado la lluvia y el mar se ha convertido en una fiesta. Salimos atropelladamente de las casas, resbalando sobre las piedras del invierno, mamá, el arco iris. Bajábamos saltando hacia la playa. De verde se calza el tres de marzo. Toda la luz revienta en las calizas y el mundo se detiene.

 

 

De Feliciano de Troyes

Ser en la vida un emisario
De la vida que no se manifiesta.
Como un ángel robado pasear por la lluvia
Que esta tarde se acuesta en el sentido.
Ser un testigo mudo como el pájaro,
Una leve sospecha como el sol.

Es así como, a veces,
Mi corazón se siente generoso.

 

 

De La suposición de Julia

Asombrada criatura de cielos interiores,
La vida te estremece.

Y eres poderosa,
Porque al final convences al mar y a los amigos
Y llegas como nueva a este juego del tiempo
Que tan bien reconoces.

Ya los pájaros cantan.
Oscuro es el motivo.

 

De Feliciano de Troyes

    Sí conozco la región podría acompañarle es invierno pocas flores los animales duermen las cabañas están deshabitadas la nieve ciega los caminos habrá que caminar varias horas al día mire los árboles siempre hacia abajo por el valle bordeando el arroyo por los cañaverales por los juncos pisando las adelfas.

 

 

Del Libro de la Isla
    O De Las violencias del jardín

    Nada queda ya, sino la historia que no recuperaremos y este sopor extraño que nos impulsa a la inacción. Levantarnos muy tarde, bajar a las terrazas, asistir al espectáculo de la luz sobre el mundo. No comprender (y puede ser una actitud) pero ya sin violencia, el afán de los pájaros, la sucesión vegetativa de las plantas, la incógnita moralidad de los insectos.

 

 

De Feliciano de Troyes
    O De El Señor de la Traición


Si el mundo está bien hecho o no, no nos ocupa.
Es otra la armonía
Y muy distintos son los campos donde el amor combate.

 

 

De Morgan el Intrépido

    Y luego vendrán los patos y los murciélagos y otras aves nocturnas. Vendrán los aviones con su cortejo de luces de colores y su ruido pálido. Amortiguado tu dolor de corazón por la hermosura, saldrás a contemplar el mundo. Nada te pertenece en el inmenso insulto de la noche. No eres más que un extraño. Y casi imperceptible. Pueden pasar los vientos a través de tu cuerpo. Y las bandadas que buscan el otoño como postrer ejercicio de su gloria.

 

 

De Feliciano de Troyes

    Acariciar las lagartijas y los muebles. Olvidar la ciudad, que sólo es un espejo. Llorar cuando atardece y las canciones. Yo que tanto he vivido y es otoño. Hay un caballo blanco que parece un barco y no es un tren. Por qué los nervios se me rompen cuando hablo contigo. No era ese tu nombre, qué más da. Mira la lluvia.

 

 

De Las violencias del jardín

    Estamos prometidos al jardín. La historia ya nos olvidó. En consecuencia vivimos existencias amables y alejadas. Fugitivos del pasado y asesinos del futuro, nos buscamos en un presente que no será posible mientras siga ejerciendo la palabra. Acaso hemos renunciado a las acciones de la vida, a las pasiones y a las vacilaciones de la inteligencia.
Mientras, ejércitos voluntariosos reposan bajo la copa de los árboles, cómplices de la juventud. Suyo es el mundo.

 

 

 

Que mi sentido de la realidad sea sólo un perro, se debe a aquellas noches y al lugar de la casa donde me depositaban. Desde allí se asistía al esquema trenzado de los corredores y las plantas gimientes. Mi corazón era un niño con los miembros azules.

 

 

 

Feliciano juega a Lancelot y se distancia de la vida para encontrar la vida.
Atributos de una realidad desconocida e ilusoria, ilusionada a veces, nunca angélica, frecuentemente prohibida, tergiversada por el verbo llano y la impudicia de existir. La voluntad de ser, que es codicia, alienta la ficción.

 

 

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