POEMAS

de

José Antonio Antón Pacheco

 

Cuento

En algún lugar (es decir: en ningún lugar) existe una casa de tersos muros blancos a la que todas las calles nos conducen.

En algún lugar (es decir: en ningún lugar) un tebeo abierto espera nuestra lectura, y las viñetas se ofrecen para que nuestra vista las recorra y podamos revivir sus aventuras.

En algún lugar (es decir: en ningún lugar) la lluvia cae continuamente en la noche, sobre caminos y trenes.

En algún lugar (es decir: en ningún lugar) la radio emite voces entrecortadas y melodías que se pierden y vuelven a escucharse y vuelven a perderse.

En algún lugar la asediada torre del castillo resiste el asalto y la cancela entreabierta deja ver la fuente del patio y el ciervo llega hasta el centro del bosque y

 

En algún lugar (es decir: en ningún lugar), es decir: en todo lugar.

 

(De Prosa de cámara)

 

 

Nostos

Parte en la noche un tren hacia la hondura del bosque. Hay veces en que el tren se pierde entre encinas y acacias, o entre la oscuridad de los pinos; otras penetra las algabas sin alcanzar la estación final (los carriles se desvían de su ruta como gacelas asustadas). A veces llega a su destino.

 

(De Prosa de cámara)

 

La exhalación en la zarza.

El hálito en la zarza.

El aliento en la zarza.

Perdida y olvidada. Ni en la cumbre, ni en el bosque. Ni en la torre, ni tampoco en la atalaya. Escrita pero no hallada. Exiliada, encontrada.

La palabra en la zarza.

 

(De Midrás)

 

 

Donde reside el numen apalabrado,

Lugar en el que se aclara el claro del convocado,

Allí habita y finca la parábola y el psalmo, el rasgo y el rastro.

Señala el cipo –en zarza, pozo o árbol- cómo es presente el rostro

Hablado del hado.

 

(De Midrás)

 

No es la palabra que se predica en el desierto, sino la ausencia de palabra y de prédica: el desierto, tal es el desierto.

 

La palabra en el desierto es el desierto de la palabra.

 

La palabra que no apalabra aboca al desierto, demanda el desierto, apalabra el desierto: dice su silencio.

 

Pero sobre la total ausencia del decir del desierto, en la aridez desierta del inculto desierto, surge brotando la lluvia amparante que dice cayendo y lloviendo la palabra vivificadora del desierto.

 

La lluvia que abre el surco del culto.

 

La palabra que surca el silencio del desierto.

 

La palabra que llueve lo apalabrado del decir en la cultivada tierra de las apalabradas besanas del nombramiento.

 

(De Midrás)

 

 

 

 

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