EL DON PRECISO (El primer prebecqueriano) Fernando Ortiz
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Acabo de leer pero que muy gustosamente el Don Preciso. Es éste nombre el título con el que se conoce a un libro y también el seudónimo del vizcaíno J. A. de Iza Zamácola, quien fue el primer recopilador de cantes populares españoles. Se trata de dos volúmenes en doce, y el segundo salió, según su deliciosa y liminar Advertencia, a causa del éxito que tuvo el primero. Hay un estudio sobre este autor de Natividad Nieto Fernández: La obra de Juan Antonio de Iza Zamácola (Bilbao, Caja de Ahorros Vizcaína, 1989) (1). También existe una reedición facsimilar de 1982 en ediciones Demófilo, de Córdoba. En el brevísimo prólogo, que firma Manuel Urbano, se dice que don Juan Antonio de Iza nació el 27 del XII de 1756, y renglones más abajo se afirma que la primera aparición del Don Preciso es de 1709. Supongo que será una errata, pues nadie puede publicar libros medio siglo antes de haber nacido. Yo sólo pretendo, como lector, trasladar a otros lectores la alegría y sorpresa con la que mis ojos han recorrido sus páginas. Algunas de las coplas en ellas recogidas aparecerán también en los más prestigiosos cancioneros posteriores. De hecho, aquí podemos a veces ver ya abierto el sendero que, un siglo más tarde, transitarán Augusto Ferrán y Gustavo Adolfo Bécquer.
El primer volumen se titula -y esto es ya una declaración de intenciones-, Colección de las mejores seguidillas, tiranas y polos que se han compuesto para cantar a la guitarra, y al pie de la portada figura esta cuarteta: "Vivan nuestras seguidillas,/ fandango, polo y tiranas,/ que a pesar de necios son/ el chiste y la sal de España". La fecha de publicación de la primera edición es temprana, 1799, si hemos de creer a Palau en su Manual del librero hispanoamericano y a J. Mª de Cossío en sus Cincuenta años de poesía española, pues la fecha no aparece por parte alguna. Yo cito por la tercera edición, que es de 1805, por lo que hay que suponer que tuvo una difusión grande para la época. Esta edición está impresa en Madrid, según dice en el colofón, por la hija de don Joaquín Ibarra. Y en el Discurso que abre el volumen -de un casticismo y fobia a lo extranjero propicia al dislate, pero que en otras ocasiones enjuicia con una claridad e independencia rara en la época- se explica el fin que motivó al autor: "El deseo [...] de restablecer en España la música nacional, y de apartar quanto sea posible de nuestra vista la italiana, que no puede producir otro defecto que el de debilitar y afeminar nuestro carácter". Viene luego un interesante y encendido elogio de la poesía popular, a la vez que una burla de la casi siempre insufrible poesía dieciochesca: "Estas coplas son, propiamente hablando, nuestra poesía lírica, puesto que es la única que se canta y puede cantarse. [Y no] se ha de dar ese nombre a esas grandes odas, canciones y sonetos, y otras mil zarandajas. [...] Y quizá por esto quando veo aquellas canciones de a palmo, se me cae el libro de las manos, y si me empeño en leerlas, se me abre tantísima boca, y me entra letargo". Transcribo algunas composiciones recopiladas en esta obra, con el único fin de abrirle el apetito de su lectura a los amantes de la poesía:
No me mires, que miran
si nos miramos,
y es menester, si miran,
nos contengamos:
nos contendremos
y cuando no nos miren
nos miraremos.
Con el abaniquito
que te haces aire,
estás haciendo señas
a quien tú sabes;
con ese tema
lo que a ti te da fresco
a mí me quema.
Tienes, niña, en tus labios
dos clavelitos,
échales agua fresca
que están marchitos:
pero si quieres
me darás la licencia
que te los riegue.
Soñé que me querías
la otra mañana,
y soñé al mismo tiempo
que lo soñaba:
que a un infelice
aun las dichas soñadas
son imposibles.
Sueño en ti, vida mía,
pero entre sueños
sueño lo que quisiera
no fuera sueño.
Eres tonto de noche,
tonto de día,
tonto por la mañana
y al mediodía;
no me acordaba
que también eres tonto
de madrugada.
Lo que está tan impreso
dentro del alma
no puede la memoria
hacer que salga.
Yo soy como aquel torillo
que está en medio de una plaza,
que después que se halla herido
va buscando su venganza.
Ya no me asomo a la reja
que me solía asomar,
que me asomo a la ventana
que cae a la soledad.
A quien le contaré yo
lo que a mí me está pasando,
¿se lo contaré a la tierra
cuando me estén enterrando?
(1)- Consultado el libro de Natividad Nieto Fernández -una memoria de licenciatura de 75 págs.-, resumo algunos datos de interés. Zamácola n. En Dima, partido de Durango, en 1758. En 1775 marcha a Madrid para preparar una plaza de Escribano, que consigue en 1785. Pese a su exacerbado patriotismo -sinrazones de la época- hubo de exiliarse a Francia tras la vuelta de Fernando VII. Y en Francia murió, no sabemos bien cuándo, pero antes de 1820. Fue un escritor costumbrista, autor de una Historia de las Naciones Vascas y, entre otros libros, uno que gozó de gran popularidad: Elementos de la ciencia contradanzaria. Para que los Currutacos, Pirracas y Madamitas del nuevo cuño puedan aprender por principios a bailar la contradanza por sí solos o con las sillas de su casa, su autor "Don Preciso".Esta obra es comentada por Carmen Martín Gayte en Usos amorosos del dieciocho en España. Madrid, Siglo XXI, 1972, págs. 34-35.
Marcelino Menéndez Pelayo (Historia de las Ideas Estéticas en España, III, Madrid, C.S.I.C., 1974, págs. 579-581) calificó a Zamácola de "hispanófilo" y también se ocupó de él Julio Caro Baroja: Los Majos. En Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, nº 299, 1975, pág. 303. "Don Preciso" profesó gran cariño a nuestros cantos y bailes regionales que denominó música nacional, adelantándose en cien años a los críticos modernos. Ello es subrayado por Domingo Hergueta y Martín.
Dice Natividad Nieto que "El 7 de Agosto de 1799 se anuncia en el Diario de Madrid la publicación y venta del primer tomo de la Colección de las mejores coplas[...]. El 24 de Julio de 1800 se anuncia en el mismo periódico para su venta la segunda edición de este primer tomo. En los Diarios del 15 de Junio y 25 de Setiembre de 1801 y 19 de Agosto de 1802 se comunica al público que se está imprimiendo el segundo tomo y que se publicará a la mayor brevedad, como lo fue al fin de este último año en Madrid, en la Oficina de Eusebio Álvarez. Según el mismo Diario del 17 de enero de 1805, en dos tomos se vuelve a mencionar "tercera edición, corregida y aumentada...", por la Hija de Don Joaquín Ibarra; Palau en el mismo año recoge otra en Barcelona, por Agustín Roca. La quinta lo fue también en Madrid, en la imprenta de Repullés, en 1816, en dos tomos. Palau piensa que existe aún la sexta de 1836 y la séptima de 1869 (está calcada de la quinta y con el colofón de 1816.) Como podemos apreciar, fue grande la acogida de dicha obra por parte del público."