DOS POEMAS
de
Francisco Pérez Gómez
CONSIDERACIONES SOBRE LA VIDA
Algún pariente nos condujo un antiguo día en retraído cortejo al abismo de las catacumbas y sus sepulcros. Aquí hemos sido olvidados ya desde tiempo inmemorial. No sé si se nos habrá oído pedir perdón y vida desde los complicados pasillos de esta infame cripta. Hemos celebrado sacrificios con el corazón lleno de paciencia, hemos ofrendado el amor en alguna que otra ceremonia. La oración de la pregunta ha resonado en estas paredes que la densidad de la sombra y el eco acomban. Nadie nos dejó dicho nuestro delito. Sólo su castigo quedó presente en una condenación al absurdo. Todos aquí hemos hablado en nuestro favor. Hemos inventado nuestras historias y les hemos puesto la corona de su justificación.
He oído a unos gritar y a otros estar silenciosos en un rincón. Los he visto lúcidos en su tragedia. Los he visto alucinados, los he visto locos y aturdidos. Nadie nos ha traído jamás un consuelo del exterior. Ninguna caridad ha sido piadosa con todos los sueños y amores que dejamos fuera. Hemos fabricado un sol y una luna y cosas. Pero ninguna de estas imágenes nos ha servido para sustituir con verdad lo que añoramos.
El recuerdo de la vieja amistad aún nos impulsa, a veces, cuando nos encontramos unos con otros por estas miserables galerías a tendernos la mano abierta y excitada. Sólo apretamos entonces el vacío terrible de la soledad, su vacío de sombra, pues quizá no queramos reconocer que sólo sombra somos; sombra entre las sombras. Pues a qué fantasma como a qué loco le gusta reconocer su condición.
El recuerdo de viejas armonías, la nostalgia del antiguo país, nos ha llevado a remedar las costumbres que de algún modo quedaban en nosotros. Y así, hemos hecho de esto una especie de república incongruente y la hemos llamado «Existencia». Le hemos buscado un presidente, que nunca nos visita más que durante el sueño, y le hemos saludado «Dios». Hemos soñado el día de la liberación y lo hemos fijado «Muerte».
Vivimos con nuestro terror de víctimas y nos duele mucho todo.
DEDICADO CON EMOCIÓN A LAS FAMILIAS ESPAÑOLAS
Dulces alcurnias prenden las velas sobre el mantel florido del ágape dominical. Canta el canario.
Preservemos la especie. Preservémosla.
El Gran Padre mira los sumisos hijos, la Gran Madre inocente, la lujuriante criada, el canario que canta, y parte el pan.
Preservemos la especie. Preservémosla.
«Bendice, Señor, estos alimentos...» Pon el televisor, Manuela. Estoy preocupado por tus notas. Pásame la sal.
Preservemos la especie. Preservémosla.
¿Iremos al parque? ¿Podré ver los monos? Necesito una camisa limpia. ¡Callad, hijos, que habla Papá!
Preservemos la especie. Preservémosla.
La santa suegra mastica un hueso de pollo. La Gran Madre pone los ojos en blanco en complacencia por la paz de su hogar.
Preservemos la especie. Preservémosla.
El noticiario de las tres es escueto: «Padre de familia español recibe tres medallas de oro y un pisacorbatas por su conducta ejemplar».
Preservemos la especie. Preservémosla.
Canta el canario. Eructa la suegra. Se mancha Pepito. De postre, flan.
Preservemos la especie. Preservémosla.
Y ahora, Basilia, un cafelito. Pélate, Genarito. Mamaíta, mamaíta querida. ¡Dios mío, Dios mío, cuanta felicidad!
(Cantando)
Preservemos la especie. Preservemosláralalalálá...
Fondo e ilustración montados a partir de un fragmento del cuadro "Cuatro fases en torno a una prohibición" de Juan Genovés.