Tres sonetos anónimos del siglo XVII

(Recuperados por Félix Morales Prado)

 

 

Entre las páginas de una edición de 1618 de "La noche oscura", de Juan de la Cruz (exactamente "Obras espirituales que encaminan a una alma a la perfecta unión con Dios. Por el Venerable P. F. Iuan de la Cruz, primer Descalzo de la Reforma de N. Señora del Carmen, Coadjutor de la Bienaventurada Virgen S. Teresa de Iesus, Fundadora de la misma Reforma"), adquirida en una librería de viejo de Sevilla, encontré, escritos con primorosa caligrafía sobre pequeñas hojas de papel amarilleado por el tiempo, los tres sonetos que reproduzco más abajo con ortografía adaptada por mí a la de nuestra época. El tema de los versos nos puede hacer pensar que su autor (o, mejor, autora) debió ser simpatizante o miembro del alumbradismo o el agapetismo de aquel momento, si tenemos en cuenta textos censores de entonces como aquel que afirma que los alumbrados "se desdeñaban de volver el pensamiento a resistir las pasiones de la carne" (en "Censura de los Maestros Fr. Melchor Cano y Fr. Domingo de Cuevas sobre los Comentarios y otros escritos de Fr. Bartolomé de Carranza, 1559") o este otro: "Enseñan los Alumbrados de Sevilla que hace Dios unión spiritual entre sus siervos mediante tactos y tocamientos deshonestos" (en "Memorial de la secta de alumbrados de Sevilla y sus doctrinas y delictos y de la complicidad que en ella se ha descubierto") o tantos más, conservados en su mayoría en el Archivo Histórico Nacional, sección de la Inquisición. También nos puede inclinar a tal sospecha el haberlos encontrado dentro de una obra de nuestro Doctor Místico. Sabemos que "La noche oscura" circuló abundantemente entre los que pertenecían a la secta y que fue uno de sus libros favoritos. Pero, al tiempo que todos estos datos nos hacen volver la cabeza hacia aquellos iluminados, también hay que reparar en que, si por su mismo dejamiento no se les volvía cosa pecaminosa y prohibida el ayuntamiento carnal, no deja de resultar cuando menos extraña la autocomplacencia erótica (aunque no sea práctica en principio excluida entre las de, por otra parte, tan mal conocida facción heterodoxa) que se deduce de la lectura de estos poemas. A no ser que la autora, poco afortunada o víctima de una ortodoxia rigorista, plantee una lucha con su desgracia física o con su castigada conciencia. Y en este último caso, habría que desdeñar la posibilidad herética para centrarnos más bien en uno de tantos casos de la, al día de hoy, sobradamente estudiada sexualidad clerical. O no. Tal vez se trate de tres composiciones místicas que, como las "Canciones entre el alma y el esposo" o "El cantar de los cantares", tejen un mensaje espiritual sobre el cedazo del lenguaje amoroso.

Muchos son los detalles interesantes contenidos en los versos, cuyo análisis cedo a los eruditos o a los más curiosos que yo. Por poner un ejemplo, ¿a qué viene que la autora haga una alusión a Paracelso? ¿Se refiere a Philippus Aureolus Theophrastus Paracelsus Bombastus von Hohenheim o es un amigo coincidente en su gracia (nombre) en el que piensa ella? ¿No es extraño que una monjita (o beata) de nuestro siglo de oro sevillano tuviese noticia de aquel médico brujo suizo? Tal vez no sea raro. No sé. Porque, por otra parte, las teorías del doctor encajan en los versos a las mil maravillas.

En fin, dejo al lector con estos tres curiosísimos sonetos que sólo yo he disfrutado en los últimos cuatro años. Que saque sus propias conclusiones. En cuanto a la ilustración que he incluido, tanto gráfica como sonora, es un capricho de editor que sólo quiere amenizar un poco, con imágenes y notas musicales de hoy, tan vetustos textos.

 

 

 

Del labio ignora el tacto o lumbre oscura

sorprende, meta física, su centro.

Por eso se ha metido en un convento.

Mas la Iluminación no encuentra cura.

 

Obsesión de la carne, larga y dura,

que inunda la colina de los sueños,

¿cuanto tiempo tendrás en la estrechura

a la que, llaga, gime por su dueño?

 

Luz del Amor, rompe ya el velo infame

que la visión impide de la dicha.

¡Buen Maestro, no olvides a tu alumna!

 

Aparta de ella la sierpe que lame

o amárrala ya al fin a esa columna

si en tal altar ha de morir la bicha.

 

©

 

Suave es la mano que dolor inventa

si matando el abismo del deseo

la ánima procura, dulce y lenta,

que ya espera el reino de Leteo.

 

Pues antes que pecar es preferible

morir sin mancha y de mucha más renta

que por siempre sufrir el increíble

fuego apagado: el que más calienta.

 

Por miedo de dolor, dolor abrazo:

pensando en Paracelso me recreo

en teología que herejía alienta.

 

La duda me corroe: es otro lazo

donde dolor me hace otra vez su reo

y cierra, sí, mi fe con imperdible.

 

©

 

Fiebre es mi fiebre que en el frío se fragua,

fiebre de fe que inflama con fragancias

la flor que flota feble sobre el agua

de mi fragilidad hecha sustancia.

 

Llave es de mi falleba abandonada,

pues no hallé mejor llave para ella

cuando en tormento ardía, tan callada,

y ausente de la cosa, tan sin huella.

 

Es tan dulce folgar en tal estancia

que no me importa si en la vía fallada

en folla estoy, que una alfaguara sella

 

con su vigor las sequedades rancias

que el Maligno metiera con su nada

en la cueva dónde hay visión de estrellas.

 

 

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