Sombras de Lancelot
Manuel Gahete
Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como lo fue Lanzarote
cuando de Bretaña vino.
(El Quijote, capítulo XIII)
Ginebra, suelta ya mi presa mano.
Dame a gustar el pan, el dulce vino,
los besos agrios,
la guitarra aleve,
el lecho tibio de los días agraces,
la holganza en la tiniebla de tu vientre.
Déjame compartir como un exilio
la llama oscura
de tu blanca sangre,
la herida abierta de tu piel desnuda,
herido combatiente
asido por un sirgo a tu costado,
en el muro cercado de tu cuerpo.
Ven amiga, y que suene
este canto, este río,
esta savia, esta magia,
este verso en tu oído;
que crezca por tu espalda
la lava,
y el olvido
mude su daga terne
por un rejón de fuego.
Amiga, ven; tú sabes
qué viraguas enturbian
las aguas de lo amado,
qué labio lame el miedo
celebrada la lucha,
por qué sólo nos queda
la sombra del deseo.