E L   G O T I C I S M O


José Repiso Moyano

 

 

 

La cultura greco-latina  y las religiones de liberación representaron una instauración del pensamiento ético-racional en todo el primer milenio de nuestra civilización occidental. El modelo de democracia romana y la paulatina intervención del pueblo en las decisiones políticas por medio de la ciudadanía establecieron las bases de la sociedad que conocemos forjada principalmente por una convivencia reglada en una ética y participativa en la forma de organizarse, es decir condicionada a una política civil.

 

Pero nuestra civilización se sirvió en todo momento del poder protegido y protector de la religión cristiana a partir de ahí, la cual permaneció en la colectividad aún a pesar de las invasiones germánicas. Éstas fueron evangelizadas gracias al obispado imperante y al monacato. Se introdujo también el canto Gregoriano en los actos litúrgicos y la orden de los benedictinos exigió la obediencia, la castidad y la pobreza.

 

No obstante, la Europa de entonces bajo dominio germano decayó económicamente y políticamente -en nada podían compararse a la infraestructura romana-; esto es, se ruralizó, recurrió al denominador común del feudalismo: el autoabastecimiento o la autonomía política o el latifundismo. Esto propició una manera de vivir en el vasallaje y con un reparto de poder con respecto al que se concentraba en las manos del Papa y del Emperador.

A éste último honraban con protección ante un enemigo común a cambio de autonomía para el Señor, para el noble o aristócrata. Así se idealizaba una utilidad nueva del sentir del guerrero: el del caballero.

 

Ya en el siglo XIII y a costa de las cruzadas se recupera el Mediterráneo como la única vía posible de prosperidad para el comercio. Las materias primas se incrementan y por la utilización de éstas o por su negocio nace una nueva clase social, la burguesía, que se va enriqueciendo cada vez más y reconcentra la población civil en torno a ella, en la ciudad.

Por consecuencia, se consigue que el ser humano se liberalice por fin del yugo y del aislamiento feudal que le había estigmatizado con resignarse a todo sufrimiento y a una obediencia ciega a lo divino por encima de él mismo.

 

Esto supuso el primer paso al sentimiento de universalidad; puesto que, con la ausencia de conflictos bélicos y con la sociabilidad que secundó el comercio, él emprendió el camino de enfrentarse a sí mismo, de valorarse en sus capacidades y así agremiarse en una ciudad a la que, en realidad, aportaba sus propios criterios para organizarla.

 

El gótico es, por tanto, el resultado del esplendor de lo individual en pro de lo social en la vida urbana, de la acción sobre todo de esta nueva clase social. La burguesía accede a la cultura a través del conocimiento de nuevos mundos y de la universidad. Todos conocen, por esto, más de su pasado y de los retos del futuro.

 

Pero es la literatura la que representará el papel fundamental junto a la arquitectura, al desarrollar por primera vez el género fantástico como liberador del pueblo y no sólo del Poder, sobre todo al ser chanza al Antiguo Régimen.

La fantasía, el misterio y la aventura son los temas más recurridos que alimentarán luego a los libros de caballerías. También Chaucer escribe "Cuentos de Canterbury" y, Boccaccio, "Decamerón".

 

La catedral se convierte o significa el centro geográfico de aquella ciudad, dominando el espacio y la luz. Desafía a la altura y a la matización de los colores por medio de la técnica de la vidriería; ello comporta la gran seguridad en sí mismo que ya tiene el ser humano, y su ansia de libertad.

 

El goticismo urdió desde este sentimiento de grandeza, de seguridad, que se desencadenó desde una civilización que ya había pasado por los momentos más críticos o inseguros: el aislamiento, el esclavismo, los sacrificios personales por el cristianismo, las cruzadas, las crisis de poder, las horribles epidemias, etc.

 

Era, pues, la fortificación suntuosa en la que reparó el gótico lo que dio pie a un examen de conciencia, de reminiscencias, de excusar leyendas y mitos; o bien de imbuir en adelante un gusto o curiosidad por entrar en lo vivido, en sus miedos y en sus deseos, en lo cotidiano y en lo sobrenatural por rebeldía, como reacción a un prurito interior de ansia de libertad, de polarizarse en un ambiente romántico o soñador.

 

Todo esto más tarde influyó para que poetas, ocultistas y aventureros se reunieran entre  esas paredes misteriosas y que además sugirieran grandes obras de la literatura como Frankenstein, Las Flores del Mal o Drácula.

 

 

 

 

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