enfermedades extravagantes

 

Félix Morales Prado

 

 

SAMA SAMA HAMA

 

-Señoritas, caballeros, hoy les hablaré de una patología sumamente rara y curiosa. Tan rara, tan curiosa, que se desconocen sus características puesto que nunca se ha podido examinar a ninguna de sus víctimas.

Un murmullo recorrió el aula.

El profesor sonrió ufano.

-Sí, sí, comprendo su extrañeza. ¿Cómo, se dirán ustedes, podemos conocer la existencia de una enfermedad sin haberla estudiado en los enfermos? Muy fácil. Hay numerosos testigos presenciales. Pero esto no soluciona, por el momento, nada, como ustedes comprenderán en seguida.

El doctor carraspeó circunspecto y prosiguió.

-El Sama Sama Hama, que lleva ese exótico nombre que en castellano significaría algo así como Enfermedad de la Nada, por ser el que le dan los aborígenes de un islote perdido en el Mar de las Flores, al sur de Celebes, Indonesia, donde se detectó por vez primera, el Sama Sama Hama, digo, es una enfermedad fulminante y que en su primera manifestación resulta letal de manera instantánea. Es decir, su primer y último síntoma es la desaparición del sujeto, que se volatiliza, deja de estar.

Otro rumor, esta vez más fuerte y con exclamaciones admirativas, atravesó la clase.

-Efectivamente. Eso es lo que sucede. Cientos de testimonios, muchos de ellos provenientes de personas de probada fiabilidad, seriedad, incluso prestigio, así lo corroboran. Y no sólo, por cierto, en la isla antes mencionada sino en muchos otros lugares tropicales a los que la enfermedad está extendida.

El orador sacó un caramelo de mentol de un bolsillo de la chaqueta, lo deslió con parsimonia y se lo metió en la boca para aliviar su irritación de garganta.

-Lo que, naturalmente, pertenece sólo al ámbito del mito y quizá a un desarrollo del fenómeno asistido por las variaciones que ofrece la tradición oral, es que las víctimas del Sama Sama Hama se abismen en la nada hasta el punto de no haber existido nunca. Aunque es verdad que muchos allegados de los finados, valga dicho así, han dado muestras de no saber a quiénes se referían los encuestadores, tal reacción puede deberse tanto a un shock postraumático como a otros motivos más espurios. Eso, por tanto, es lo único que podemos asegurar que es falso de lo que comenzó siendo una leyenda indígena y es hoy día un fenómeno admitido por toda la comunidad científica, que se devana los sesos pensando en la manera de abordar una investigación que conduzca a la prevención, ya que el tratamiento, como supondrán, es intrínsecamente imposible, de tan mortífera dolencia. Si me permiten el excurso, esta afección explicaría la gran cantidad de desapariciones inexplicables que han dado lugar a bulos y supersticiones como las de las abducciones extraterrestres o el triángulo de la Bermudas. Patrañas. Actualmente sabemos la razón. El Sama Sama Hama.

El docente se sonó los mocos. Y continuó.

-Y las casi insalvables dificultades para la investigación de este morbo se hacen altamente preocupantes en una época en la que la efectividad y rapidez de los medios de transporte implican un constante trasvase de verdaderas masas humanas alrededor del mundo. Que la enfermedad está muy extendida mucho más allá de la isla oriental sí se sabe. Lo que ignoramos es si es la patología la que se ha extendido o las noticias las que han menudeado a partir de los primeros hallazgos. Al no saber si es de naturaleza infecto contagiosa, ambiental, producto de la picadura de algún insecto o congénita, no podemos pronunciarnos sobre tal extremo. Lo que sí parece claro es que en el territorio europeo no se ha declarado ningún caso. En consecuencia…

En ese mismo momento, el catedrático se esfumó del estrado, desapareció, se evaporó, se disipó, se nadificó.

 

Ilustración: René Magritte

 

POETOLOGÍA CARDÍACA

 

Tumbado en la cama, la mano lánguida sobre la frente, abatido, melancólico, se negaba a abrir los ojos. El médico se dirigió a la esposa en tono grave y haciendo un prudente aparte.

-Señora, no me andaré con rodeos. Le pido que sea fuerte. Su marido está muy mal. Y la enfermedad que  sufre, aunque no es mortal, lo incapacita completamente para la vida práctica, sobre todo para la actividad laboral.

-¿Tan serio es?

-Muy serio, señora, mucho. No le mentiré. Las dolencias cardíacas son, por lo general, preocupantes. Pero esta es una de las peores.

-Pero, ¿qué tiene?

-Su esposo sufre una Poetología Cardíaca, más conocida como Corazón de Poeta.

-¡No! –exclamó la mujer mesándose, casi convulsa, los cabellos.

-Sí, señora, sí. Lo lamento mucho –dijo el doctor al mismo tiempo que daba palmaditas de ánimo en la espalda de la dama.

-Pero, doctor, ¿está usted seguro? ¿no podría tratarse de un error? –suplicó ella, intentando agarrarse a una última esperanza.

-Me temo que no, señora mía –aseveró el galeno con gesto profesional pero compasivo-. Tome. Compruébelo usted misma.

La mujer cogió el fonendoscopio que le tendía el médico, lo colocó con miedo en sus orejas, caminó hacia la cama, se inclinó sobre el enfermo y auscultó el dolido pecho. Efectivamente, pudo oír, en distintos planos, sibilantes y siniestros, con perfecta nitidez, usurpando las sístoles y diástoles que suenan en cualquier corazón saludable:

Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar

Con diez cañones por banda,

viento en popa, a toda vela

Yo vi sobre un tomillo

posarse un pajarillo

 

Dos gordas lágrimas resbalaron por sus mejillotas sonrosadas.

 

SUMARIO