QUEBRAZAS

Elia María Fernández Herencia

 

 

Escisión. Se queda el ojo sin párpado.

Avanza entre los zarzales la ama descalza.

¡Prescindible cordura de hospedante abrigo!

Algo extravía un pie infirme.

Salteadores postrados banden

sus acechanzas. Pasó el velo de un alma.

 

 

 

 

Delgadamente mecida por soberanía perforada

reposa la aya en su facies por alfileres dispuesta.

Vaciedad que calza sensacional cosedura

broncínea sobre el almagral.   

La fragilidad le mensura.

Deplora su condición devenida,

su rotura. Cautiverio del alma,

que por imprecación se imprueba.

Desintegración de lo sido en pie de tierras. 

La blasfemia empuña

la propiedad más cara.

 

 

 

 

Vaciedad o nostalgia en verdad en ser.

Tangencial sobre la diestra,

inerrante, audible, apelable, impelente.

Contenible. Se imanta y se relega

entre caligrafías hateadas.

Vacío diluido en pestañas,

fibroso dérmico hebroso,

sanguíneo.

Vacío que promulga su sibaritismo

en digestiones o lianzas:

horma de pozal el juicio. 

 

 

 

 

 

Entre liberaciones mentidas

el alma signa expedita deslucida

por capa aguadera rasgada ociosa espectral

bajo celliscas noctívagas. 

La cúpula ramada

dona cicuta y menta.

Luxada ensoberbecida

cela la calma la ama. Vanidad:

pues lo mortífero contravienen

serpientes que consuntas fueron

en las aprestadas arcas.

 

 

 

 

Mordedura. El acabarse

en el lecho: el excluirse en el lecho:

el exheredarse, el eximirse, el existimarse dentro de un lecho:

consumo de formación en cese.

            Querencia de informidad 

-en verdad y en parecer.

 

Fuera foránea la ánima dentro

de su sepulcro yermado.

Tañen altas enhebradas las campanas.

Estancias

frente distancias.

Dejación o partición ante la viabilidad instaurada.

 

 

 

 

 

 

Luminación que provoca

la admiración de lo velado

desvelado. Convenencia

vacío conciencia nostalgia

es vacío vaciándose. Explicación pulsada.

 

Hacha pira yesca que enciende

para verse

en presencias órganos 

que tras los senos laten

de la obscura oquedad.

Vaciándose es -alumbrándose.

 

 

 

 

 

 

Se aplica un fortísimo disolvente:

adustión de lo descabezado.

¿Completud?

 

 

 

 

 

 

Sale de su insania la ama

para prenderse

a vacilación consagrante,

y posa su extenuación opaca

sobre el tocón albo de un sauce.

Prescribe su gravedad su clamor.

Asolada se acecha,

            permaneciéndose.

Los enfaldos irisados

taracean la penumbra. Dación

de pliegues.

            El alma es la montaña.  

Tallecen las roeduras

de belígeros celestes.

 

 

 

 

 

 

 Retorcimiento de un paño. O abandono absoluto en lo puado.

Solamente visura. Único sentido solamente.

            No desdeña el ojo su paño,

pues se admira de su pálpito, de su movimiento oscilador entre

prendedores. El paño es la onda,

la era manada de lo eterno.

            Ululato para la alborada.

 

                                                                                                         

 

 

 

 

 

Llanto que llenez que

cubrimiento que llenez que porosidad que llenez

que implosión que lluvia.

¿Disposición? De la tormenta es amparamiento el alma.

La tormenta se traza en brazos que brazan el horizonte brumado. Diferentes, horizonte y tormenta caen por los jáculos prontos de sol. Caen y mueren en el matojal. El alma también cae, pues su pernicie la elevó

hasta el nacimiento fulguroso. Entre el horizonte y la tormenta. Cae sobre clara agua. Zabullida, sumersión en la otredad de su río,

donde ceguera lava.

 

Vuelta a su venero,

a sus collados, declives y llambrias,

a sus tránsitos laborantes. Hiende alteridades

el alma raptada. Se torna sin tornar.

Pues queda

inconclusa       

sanada

por pulcra reintegración mediada.

           

 

 

 

 

 

 

 Designados en quienes.

                                   A mis padres.

 

Tres progenitores

desperfilé

en tres caracteres tipográficos.

Tres expositores en quienes. 

Sus nombres propios les in-especifican.

Sus nombres comunes les in-nominan.

Sus nombres en mí

son sus nombres. 

Quien me enseñó qué colma, constriñe, comba,

desliza el espacio. La materia dialéctica.

Quien me enseñó cómo se labra, labora, laza,

desliza el espacio. La forma dialéctica.

Y quien me enseñó mi expresión espacial,

tan sólo proveyéndome de temporales útiles

para la aceptación del requerimiento de

darme en conformación particular

dentro de la dialéctica del espacio.

 

Ahora lo cuestionable tempera su dubitación.

Ante su doma soy vigilante.

Ahora la dialéctica descalzada

gira con aspas de molino

y pretende ensuciar de hollín

mi novísimo azul obsidional.                                        

 

 

 

 

 

 

Pájaro muerto entre hojas muertas.

            Pájaro entre hojas muertos.

 

Tienes el cuerpo emplumado desmalazado

bajo las ramas descarnadas por el rigoroso hivierno.

Tienes las patas dobladas y la cabeza girada

a mi izquierda, hacia el tronco de tu urna.

Tienes una rama que te enmarca torcida,

en improvisada citación de acotaciones.

Tus ojos horcados y tu pico mudado son

tapadas hornacinas de putrefacción de disipación.

Los gorriones no pían. Se apiadan. Ignoramos.

 

Antes no era un cementerio el suelo bajo el frutal.

Antes no fue un pozo obscuro. 

Antes no inquiría, antes no era

como es en la mañana de enero

el rincón de un patio

como es en la mañana de enero

un féretro un lienzo mortuorio

una violación espectacular

de una horma de

una turbación brindada.

Tú eres una cáscara que no eres. 

Tú entre las hojas crepitantes en secado como tú.

Tú inmóvil y obstruido tú sobre el verdín.

Tú presente sin ti.

 

 

 

 

 

 

 Anterior    Siguiente    Sumario    Inicio