POEMAS
de
Alfonsina Storni
 

Sugestión de un sauce

Debe existir una ciudad de musgo                               
cuyo cielo de grises, al tramonto, 
cruzan ángeles verdes con las alas 
caídas de cristal deshilachado. 
Y unos fríos espejos en la yerba 
a cuyos bordes inclinadas lloran 
largas viudas de viento amarilloso 
que el vidrio desdibuja balanceadas. 
Y un punto en el espacio de colgantes 
yuyales de agua; y una niña muerta 
que va pensando sobre pies de trébol. 
Y una gruta que llueve dulcemente 
batracios vegetales que se estrellan, 
nacientes hojas, sobre el blando limo. 



Tú me quieres blanca
                               
Tú me quieres alba, 
Me quieres de espumas, 
Me quieres de nácar. 
Que sea azucena 
Sobre todas, casta. 
De perfume tenue. 
Corola cerrada 
  
Ni un rayo de luna 
Filtrado me haya. 
Ni una margarita 
Se diga mi hermana. 
Tú me quieres nívea, 
Tú me quieres blanca, 
Tú me quieres alba. 
  
Tú que hubiste todas 
Las copas a mano, 
De frutos y mieles 
Los labios morados. 
Tú que en el banquete 
Cubierto de pámpanos 
Dejaste las carnes 
Festejando a Baco. 
Tú que en los jardines 
Negros del Engaño 
Vestido de rojo 
Corriste al Estrago. 
  
Tú que el esqueleto 
Conservas intacto 
No sé todavía 
Por cuáles milagros, 
Me pretendes blanca 
(Dios te lo perdone), 
Me pretendes casta 
(Dios te lo perdone), 
¡Me pretendes alba! 
  
Huye hacia los bosques, 
Vete a la montaña; 
Límpiate la boca; 
Vive en las cabañas; 
Toca con las manos 
La tierra mojada; 
Alimenta el cuerpo 
Con raíz amarga; 
Bebe de las rocas; 
Duerme sobre escarcha; 
Renueva tejidos 
Con salitre y agua; 
Habla con los pájaros 
Y lévate al alba. 
Y cuando las carnes 
Te sean tornadas, 
Y cuando hayas puesto 
En ellas el alma 
Que por las alcobas 
Se quedó enredada, 
Entonces, buen hombre, 
Preténdeme blanca, 
Preténdeme nívea, 
Preténdeme casta. 




Sábado

Me levanté temprano y anduve descalza                               
Por los corredores: bajé a los jardines 
Y besé las plantas 
Absorbí los vahos limpios de la tierra, 
Tirada en la grama; 
Me bañé en la fuente que verdes achiras 
Circundan. Más tarde, mojados de agua 
Peiné mis cabellos. Perfumé las manos 
Con zumo oloroso de diamelas. Garzas 
Quisquillosas, finas, 
De mi falda hurtaron doradas migajas. 
Luego puse traje de clarín más leve 
Que la misma gasa. 
De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo 
Mi sillón de paja. 
Fijos en la verja mis ojos quedaron, 
Fijos en la verja. 
El reloj me dijo: diez de la mañana. 
Adentro un sonido de loza y cristales: 
Comedor en sombra; manos que aprestaban 
Manteles. 
Afuera, sol como no he visto 
Sobre el mármol blanco de la escalinata. 
Fijos en la verja siguieron mis ojos, 
Fijos. Te esperaba.

 



La caricia perdida

Se me va de los dedos la caricia sin causa,                               
se me va de los dedos... En el viento, al rodar, 
la caricia que vaga sin destino ni objeto, 
la caricia perdida, ¿quién la recogerá? 
  
Pude amar esta noche con piedad infinita, 
pude amar al primero que acertara a llegar. 
Nadie llega. Están solos los floridos senderos. 
La caricia perdida, rodará... rodará... 
  
Si en el viento te llaman esta noche, viajero, 
si estremece las ramas un dulce suspirar, 
si te oprime los dedos una mano pequeña 
que te toma y te deja, que te logra y se va. 
  
Si no ves esa mano, ni la boca que besa, 
si es el aire quien teje la ilusión de llamar, 
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos, 
en el viento fundida, ¿me reconocerás? 
(Languidez) 




Voy a dormir

Dientes de flores, cofia de rocío,                               
manos de hierbas, tú, nodriza fina, 
tenme prestas las sábanas terrosas 
y el edredón de musgos escardados. 
  
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. 
Ponme una lámpara a la cabecera; 
una constelación, la que te guste; 
todas son buenas, bájala un poquito. 
  
Déjame sola: oyes romper los brotes... 
te acuna un pie celeste desde arriba 
y un pájaro te traza unos compases 
  
para que olvides... Gracias... Ah, un encargo: 
si él llama nuevamente por teléfono 
le dices que no insista, que he salido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


  

"Alfonsina y el mar", de Mercedes Sosa. Si quieres oírla, haz click aquí.

 

 

Anterior    Siguiente    Sumario    Inicio