El puente del diablo se ha derrumbado
Cristina Pizarro
Caen y caen las misteriosas volutas de granate. Giro por giro hasta alcanzar el aire. Desaparecen las huellas de Dios. No están . Ni los antiguos monasterios. Ni las bibliotecas en llamas. Ni las casas hambrientas. A lo lejos veo huir las ovejas trémulas se esfuman los caballos pesarosos. Todo pasa apenas dura el rocío en este campo hirsuto. La casa con arpegios de luz la salmodia de la lluvia la conversación y un sorbo de café. Un viejo par de anteojos en la tierra púrpura es testigo en esta tarde. Se precipita un testamento de cenizas. Sin trabajo. Sin las fábricas mugrientas Sin las carreteras destrozadas Sin las huertas vacías. Ahora la bandera se repliega en sangrientas congojas y cubre a sus muertos con las últimas piedras de su penumbra. El espectro de la hierba besará la tierra. Y álamos y palomas bendecirán el pan. Morir en la niebla es renacer al misterioso color de las volutas.