DESARROLLO DE UN SILOGISMO

David González

Los hombres no son ángeles; si lo fueran (ángeles) no necesitarían a los gobiernos.

No lo digo yo.

Lo dijo el señor José María Aznar hace unos días en el Congreso de los Diputados.

De esta afirmación se desprende, por consiguiente, que los gobiernos están un paso por encima de los hombres y uno por debajo de los ángeles; y que él, el señor Aznar, como presidente de uno de esos gobiernos (el nuestro, por desgracia), se sitúa un paso por encima de los hombres y uno por debajo de los ángeles. En resumen: lo que nuestro presidente del gobierno ha reconocido públicamente ante las cámaras de televisión es que ni él ni los miembros de su gabinete son hombres.

Pero tampoco ángeles.

Según la Biblia (que es la palabra de Dios, no lo olvidemos), los ángeles están al servicio de los hombres (y aquí me permito recordarles a los lectores que no aceptar este mandato divino le costó el cielo a Lucifer). Por tanto, si el señor Aznar y los miembros de su gobierno (y por extensión el señor Blair, el señor Bush y sus respectivos gabinetes) fueran ángeles estarían al servicio de los hombres, al servicio de los ciudadanos, es decir: no harían oídos sordos a los millones de personas que no hace mucho se tiraron a las calles, y se siguen tirando, para gritar, de manera clara y contundente:

No a la guerra.

No a la guerra.

En consecuencia: Si el señor José María Aznar y los miembros de su gobierno no son hombres ni son ángeles…¿Qué son, entonces?

Demonios, ¿no?

 

 

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