Es el coño, en la mujer,

muy seductor y muy bello.

El hombre quiere cogello,

¡y se lo quiere comer

hasta perder el resuello!

 

Mas la mujer, que es prudente,

lo oculta con gran recato,

y si el varón es pacato

no logrará hincarle el diente.

Él se queja: “no lo cato”.

 

“Pues si lo quieres catar,

respondamos a porfía,

cuando te guste una tía

lo habrás de solicitar,

¡lo contrario es tontería!”

 

¿Por qué nos vuelve tan locos

de las damas la entrepierna?

Porque su belleza eterna

nos hace comer los cocos

por delicada y por tierna.

 

Pues de esta manera son

las cosas aquí en el mundo.

Lo diga el rey o Facundo,

el coño tiene este don:

es trascendente y profundo.

 

El sabio y el  ignorante

lo adoran con reverencia

pues ante el coño no hay ciencia

que pueda salir triunfante.

¡Llevémoslo con paciencia!

 

Si te inclinas ante el coño

oirás una voz interna

que viene de la entrepierna:

“¡Cómetelo, no seas ñoño,

no tiene corriente alterna!”

 

Y si esa voz obedeces

que tan sabia te aconseja,

y en el empeño no ceja

tu voluntad, y te creces,

y libas como una abeja,

 

aquella flor de hermosura

se fundirá de placer

y por ti mismo has de ver,

tenlo por cosa segura,

lo mejor de una mujer.

 

Si al coño placer le das,

te volverá triplicado,

porque un coño enamorado

tiene siempre mucho más

de ternura y de cuidado.

 

Así pues, de ti depende

comenzar con buena maña

pues nunca lengua tacaña

ha tenido el menor duende,

ni siquiera con champaña.

 

Mas si el champaña se liba

sobre el coño derramado,

eso quedará grabado

en el alma de la piba,

y en tu “haber” será anotado.

 

Tiene el coño otra ventaja,

y es que lo puedes llamar

según tu modo de hablar.

Te pongo un ejemplo: raja.

Muchos más te puedo dar:

 

toto, papo, chocho, tete

pepe, chichi, chochi o higo.

Y eso es lo que yo te digo:

que le sobran al chochete

nombres; ¡no es como el ombligo!

 

Pero si el coño es suave,

y es dulce y es juguetón,

y se divierte un montón,

y nunca está triste o grave,

y es jugoso y es gachón,

 

entonces tendrás presente

de este amigo el buen consejo

porque hay un nombre muy viejo

que le va estupendamente:

le habrás de llamar conejo.

 

Porque este animal figura

de un modo casi infalible

la belleza inmarcesible

de la jugosa hendidura.

¡Y además es comestible!

 

 

 

SUMARIO