HORNACINA
Anabelle Aguilar
“Y extasiadas, mudas, te espiábamos;
antes de que mojáramos los labios en la alberca”
Ana Rossetti
La realidad me adelantó
tres huellas
vi brotes mínimos
cortejar a las abejas
respiré con esencias
de mirto
admiré minotauro picassiano
esquistos de tu alma
y en creciente
palabras
en tu boca de malabar
Brillo argéntico
de filigrana
hilo pluma de araña
en mi gaveta
apenas te asomas
amor contravenido
para no deshacerme
entre haches intercaladas
Si son tan angelicales tus manos
¿dónde el pecado?
¿En tus palmas con florecillas de salmo
que carmenan mis cabellos?
¿En tus uñas que guardan olor
arándano de mi piel?
¿En ese índice
ofidio sigiloso
que en danza circular
busca ángulos
y acierta en las aristas
de mi pubis?
No toco
la túnica blanca que te cubre
no astillo el silencio poético
de tu vaso ceremonial
me limito a contemplar
sin que lo notes
tu mano
esa
que lleva la melodía
No me abraces así
lirio inflamado
de mi día y de mi noche
Cordero de Dios
no me abraces así
que tu corazón
me transforma en asarina
No creo que te sirva
mi receta de olvido
soy batik
en tu sombra
en tus dedos
en la piel de tu boca
en mis dedos
dentro de tu boca
en mi sombra
que degusta
la vellosidad de tu axila
y ese nenúfar
de turgentes estambres
y comestible pecíolo
Saliva mi boca
con ese jugo dulzón
que no es de fruta
porque no brilla
ni es roja
drupa
que secretas mucílagos
desde tu ápice
en cada ablución
Podría ser
cuando estemos en tierra de nadie
donde el fuego reverdece
y cuando quede un trago
para extraviar mi taza
No todos me agradan
sólo los que exudan nardos
a mitad de la espalda
los que no tienen cola
los que me hacen saltar
a mitad de la noche
No quedan
marcas en el papel de Capellades
y todo lo que huelo
me hiere a poesía
ya no recuerdo nada
ni tu cara de ángel
en éxtasis húmedo
Es insípido el eneldo
será por eso
que aflojo el labio en el beso
y aprieto la puntada en tunecino
Siempre regreso
en jueves
porque
no se puede probar
de todos los estanques
para mí basta
el cántaro vacío
Deberían ser los pájaros
los vientos que mecen mis ramas
la piel cálida de mi gato
y la furiosa montaña
los que terminen mis versos
por qué siempre tú
con el costal al hombro
y sin ventana