POEMAS
Delfina Acosta
ARGUCIAS FEMENINAS Aún me queda un número en los guantes: un hijo de ojos grandes, plasma cálido y ombligo medicado con yoduro que pariré en un marco de anestesia. Su llanto habrá de ser tu media vuelta después de haber dispuesto que te vas, que ya te fuiste, y por aquel gemido darás de nuevo con mis senos firmes. A donde vayas llevarás su olor y la visión compleja de su feria: canarios de aluminio y marionetas ahogándose en bañera soleada. Imprevisible giro de coraje. Ranura de tableta violentada en pos del comprimido veintiuno. Un trago de agua sella mi carácter.
ELECTRA DUDA Acaso esa mujer - creo haberla visto siempre -, que me mira al modo mío desde aquel inmenso espejo, que viste mi traje azul y lleva este pañuelo de color dándole vueltas en olas a los hombros - parecía más contenta hace un instante -, no soy yo. ¿Es posible dudar de los espejos? ¿Qué de la calóptrica y sus leyes? ¿Qué de las imágenes sensatas? Años que llevo mirándome en sus rostros, dudando seriamente de su fidelidad. Anteayer el busto de Ifigenia, hija de Agamenón, rey de Micenas y de Argos, esta mañana Juana, abanderada y resuelta, Virginia Woolf a la tarde, aterida de mar, amamantando crustáceos. Ahora, ¿ quién se atreverá a decirme que esa mujer de enfrente y sentada frente al espejo, soy yo, setenta veces yo, sin mirarse antes en él ?
MARGINAMIENTO En fin, me pasa por andar de pálida y por mi mala educación de hablar de sangre soterrada y trino obscuro con gente tan decente y sonrosada. ( Si lo correcto exige ponderar el máximo centígrado del día y disponer la voz a más asombros previstos en tertulias de mujeres ) Me pasa por llevar a donde vaya un extravío antiguo de relojes y por dejar caer del gesto mío fosilizados dientes de jazmines. Los hombres ya se cuidan de mi lengua. - Que tiene el virus -, corre la señal; - y es improbable expectorar con suerte el cúmulo de líquenes del pecho.
RESOLUTA MARTA LYNCH ¿ Qué te traes luciérnaga ? ¿ Qué te traes que embistes mis espejos, sin pausa ? No es de ti ciertamente esta torpe acrobacia; yo te sé destinada para un rumbo más hábil sobre un verde espacioso en la margen del río; mas, si acaso decides dando giros mortales perecer ante tanta resistencia dorada, mira qué desconcierto: ¡ Una luz virtuosa anhelando la sombra !
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