JACARANDA
Yuli Castro
La casa está vacía y callada. Las luces están apagadas. Leonardo juega con los vecinos. Mauricio no está. El jardín lo estoy regando. Las vecinas están reunidas. Mis pies mojados. La música suena. Empieza esa canción que tanto me recuerda al hombre que no está. Subo el volumen. Mis pies siguen mojados. Aunque estés adentro y este sentimiento se me antoje eterno, esta lejanía duele cada día porque no te tengo. “Porque no te tengo”. Mi mente repite frases. Tiene eco. Reverberación. Preguntas. Dudas. Porqués. Necesito cambiar el chorro del agua o ahogaré a la jacaranda. Ha pasado más de un año y no crece ese maldito árbol. Mami, ¿me das dinero para comprar un trompo? Prendo la luz exterior. Buenas noches vecina. Necesito buscar al jardinero; el pasto ha crecido. Mi pantalón está pesado por haberlo mojado también. El teléfono celular se quedó en el coche. Toma esta moneda de diez pesos; cruza con cuidado la calle. Algunas arañas salen de su guarida tras sentir que se ahogan. Cuando la jacaranda dé flores ya no estaré aquí. Creo que no hay leche en el refrigerador. La luna está casi llena. Brilla. ¡Qué delicioso aire fresco sopla! Las plantas de la vecina están muertas. Quizás alguien me haya llamado por teléfono. No tengo tu boca, no tengo tus ganas y por más que intento ya no entiendo nada. Ya no entiendo nada. Cierro la llave del agua. ¿Compraste el trompo? Emparejo la puerta pues el agua está salpicando. O quizás alguien me envió un mensaje al celular. Mañana debo ir al banco. Este pantalón me estorba; debería ponerme un short. Hijo, necesito pedirte que vayas nuevamente a la tienda. La canción terminó pero quiero escucharla de nuevo. Y cuando las flores de la jacaranda estén tiradas en el piso, ¿quién las barrerá? Tengo ganas de mojarme la cara con la manguera. Además de arañas, hay grillos intentando escapar de la corriente asesina. Es probable que deba echarle abono a mis plantas. Observa, te voy a mostrar cómo se baila un trompo. ¿Has visto las llaves de la casa? Mis pies además de mojados están fríos. Quiero un cactus. No me importa tener la música tan alta. Necesito tener pronto el cargador de mi celular. Mañana me iré a correr temprano. Trae dos litros de leche, por favor. Cuando venga el jardinero le pediré que acomode las piedras de río junto al tronco seco de árbol que tengo. Casi rompo un vidrio con el trompo; soy pésima para eso. La enredadera que crece junto a la puerta de herrería se está poniendo muy bonita. Me sigo sintiendo gorda. Fíjate bien en la fecha de caducidad antes de pagar la leche. La manguera tiene un agujerito; se fuga el agua. También tengo que buscar al albañil para que revise el baño. Toma un billete, hijo. Amarraré alambre en la reja para que la enredadera se guíe. Mauricio te extraño. De esta vida loca, loca, loca; con su loca realidad. Me duele la garganta. La luna me hipnotiza. Trae leche baja en calorías. Tengo tantas ganas de volver a verlo. Espero que no salga ningún alacrán de su escondite. Tengo sueño. No aguanto más tiempo sin mi celular. No recuerdo cuánto me cobró la vez pasada el jardinero. Vecina, que pase buenas noches. En mi teléfono no hay rastro alguno de alguien que me haya buscado. Siguen mis pies mojados, fríos y cansados. Debo enrollar la manguera. Despídete de tus amiguitos. Me pregunto si estará pensando en mí, como esta noche yo estoy pensando en él. Y sigue la música bramando: esta vida loca, loca, loca. Haré dieta de nuevo. Leonardo, obedéceme ya.