MICRORRELATOS
Horacio Laitano
Pasado el mediodía, el señor Peret salió a la calle con su mosca. Siempre negra, siempre inquieta, la mosca corría por la vereda, como si no pudiera desplegar sus alas. Luego de observar el recorrido, el señor Peret la reprendió severamente. Sin embargo, la mosca no se dio por aludida. Su atención estaba puesta en otras moscas: el moscardón de enfrente y la mosquita de la esquina.
-Siempre ocurre lo mismo con esta mosca –comentó el señor Peret a sus vecinos.
-En lugar de volar como las otras, se queda papando moscas. Como si nada le importara, como si todo le viniera desde arriba...
Impermeable a las voces de los otros, Prudencio Reyes devoró el asado. Hizo un corte con afectos y recuerdos y continuó comiendo. Tortas, budines, panetones y arrollados... Dulce de leche y crema pastelera... Y como si eso fuera poco, una tabla de quesos y embutidos.
Al llegar los invitados, su mujer se agarraba de los pelos. Se estiraba el buzo y la pollera, corriendo y gritando por la casa.
Prudencio la miraba sorprendido. Le costaba creer que el matrimonio pudiera causar esos efectos.
Corredor fugitivo
Neumáticos veloces sellaban su destreza. Zigzagueando como pocos, atravesaba los caminos. Al llegar a los senderos, detenía su automóvil y esperaba. Escasos transeúntes cruzaban apurados, impulsados por el ruido de las ruedas. Después de unos minutos, encendía el motor y continuaba. La gente lo observaba sorprendida, hasta que él se perdía por la ruta.
Apenas un suspiro reemplazaba su pasaje. Una breve evocación en diarios y revistas, destacando su última visita.
Del libro “Humores Familiares”
Enroscado en el marco de su puerta, el Sr. Bengochea escudriñaba. Su oficio era mirar con insistencia: mujeres pelirrojas, hombres de ojos verdes o niños azulados por la brisa.
Nada en verdad más importante que poner su mirada sobre el otro. Como aquellos alfileres que prendía sobre el mapa cuando soñaba con puertos y equipajes.
La señorita Dilty y el Encuestador
-Soy una persona que no tiene miedo –replicó la Srta. Dilty al encuestador, un hombre de barba y anteojos gruesos que la perseguía por todas partes. El encuestador sacó su libreta y anotó: “Soy una persona que no tiene miedo”.
-Permítame –dijo el encuestador a la Srta. Dilty- acabo de anotar lo que usted dijo en mi libreta. No entiendo qué quiso decir con esa frase.
-No he querido decir otra cosa que lo que usted anotó en su libreta: soy una persona que no tiene miedo. El encuestador sacó su libreta por segunda vez y anotó: “Soy una persona que no tiene miedo”.
-Discúlpeme –dijo la Srta. Dilty al encuestador- no entiendo por qué anotó esa frase en su libreta. El encuestador la miró a los ojos y le contestó:
-No he anotado otra cosa que lo que usted dijo: “Soy una persona que no tiene miedo”:
Del libro “Los apuntes del Sr. Quq”