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Y luego
esa quietud tirante
ante el filo sinuoso
de lo que no se dice
porque de revelar
las sílabas de su anatomía
quedaría el vaho de un mar
al que nunca se fue
porque un abrazo
no salvó la frontera del cuerpo
o porque se creyó que sí podría
y no alcanzó el aliento
o el cuerpo se deslió en horizonte
o el destino cerró el nudo
y los cabos de la cuerda
afirmaron su oriente
en lo oscuro del corazón
cuando el temblor redimía el trastabilleo
de quien no huye
por querer una luz donde inventarse.
■
Silencio meciéndose en el
irrumpir del sol. La quietud se atempera. La silueta de los volcanes
en ausente cordillera corona una ciudad destronada. He aquí la
inmundicia que se arrodilla en mueca contorsionando sus caderas, el
ritual de la fealdad que cautiva al incauto, anverso de una gloria
prodigada en una llanura de nubes:
Antes del antes, cuando el caer de la piedra repudia el instante de
contención, y la desesperación de Orfeo no ha franqueado la ribera
del Ameles en busca del alma de su alma.
El amor doblega, pienso, ¿o es un gravitar alrededor de un eje
recóndito que asombra en su evanescencia? Dogma de la sensación: sed
de sal que disipa su aridez en la piel. Misterio del fuego:
Silencio cuya pesantez imanta el desasosiego de pájaros, ¿seremos el
mismo pulso?, ¿o abatidos rehusaremos la justeza de lo ausente?,
¿dónde el centro sin la periferia?
Espejismo que en el confín de su extensión desprecia nuestra
simpleza, ¿habremos de ser nosotros quienes fraguados a su semejanza
atisbemos en un soplo el entresijo de su desabrigo? El amor, pienso,
no necesariamente es una trampa mortal.
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Poco
habré de escribir
porque el lenguaje se me agosta
para expresar lo vivido.
Se despedaza irreverente
tartamudea y rueda por los peldaños
de una epifanía equívoca.
¿Cuántas veces deletrear “caricia” y tachar su silabeo
por reparo a evidenciar la ranura y la pesadumbre
al haber desarticulado la completitud de su complejidad?
Así cuando me señalas que “corazón” o “hermoso”
son vocablos de peligrosa enunciación
creo que deberíamos excluir esa vulnerabilidad
del dominio de la razón.
¿Has leído en Derrida el término “hermoso”?
Apología desatinada de la intensidad
que bordea la mudanza
y el percutir insistente
-que semeja un llamado más que un reiterar-
Tal vez sea mejor derruirse
y admitir la torpeza o el arrojo
peor es ignorar lo insalvable…
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