POEMAS José María Barredo |
Agua salvaje Entre la piedra, bajo la piedra te abres a la vida, manantial que brota, burbujas nacientes hilo rociado de hojarasca goteas, porfías sin desmayo entre la piedra hasta elegir un cauce, lecho feliz.
Agua salvaje, líquido agreste que lanzará su rumbo sin norte, impaciencia dichosa, terco entre los musgos que beben de tus labios.
Rumor excitado contra el silencio de la piedra, tu guardián, río secreto, sin plétora ni orillas los hombres te ignoran.
Agua que guarda sus mieles para otras bocas.
Cristal impasible, aljibe diáfano que de la soledad vives creyente, que con tu alegría humilde viajas ligero y anónimo.
Nubes de agosto Blanco clamor, techo inviolable en el cielo sois, cortina que oculta el sol, nubes de agosto.
Vuestra pomposa imagen nos despierta en la mañana y sospechamos que anunciáis el adiós de un verano que se agota, o acaso el preludio de la tormenta. Conjeturas inciertas, sólo vosotras, presencia breve de un sueño que se renueva en imágenes fabulosas, nubes de agosto que flotan calladamente, fantasía, pura felicidad, blancas nubes que se desplazan con calma deshaciéndose armoniosas en jirones, estelas.
Hay quién os ve como vacuos regalos del cielo bajo un sol plomizo que os barrerá pero no, sois emoción que ondea y uno de los prodigios de cada día.
Olas de espuma que surcan esa inmensidad azul. Fiesta para los ojos.
Memoria A todos la distancia les dispersa como velos de niebla evanescente y sombras fantásticas simulan, voces deformes por los años de ausencia, ecos de lo que fueron, mala copia del pasado.
Comienza a ser el tiempo de la nada, empujan las fronteras de la vida y en la ruleta de memoria, cruel y lejana, como un eco regresan sin sentido los extraños, los amores, los hechos que enfrentaron el avance de los días para desvanecerse en el olvido del tiempo, el agresor que no perdona y vuela como flecha envenenada, como viento que esparce la nostalgia, sepulcro de los años.
Comienza el viaje oscuro que ya no se detiene nunca.
Viajeros El camino nos regala sus saludos, peregrinos en la hora más temprana cuando el alba aún debate con la noche y las sombras se someten.
Personajes que no encuentran destino a la altura de los sueños que presumen, la carrera de los necios continúa en la estéril frontera del deseo, aliento de la nada, la rutina y aguardamos el milagro cada día, la magia que nos haga proseguir el curso sospechado. Nuestros ojos se envanecen con la luz que ya despierta.
Pero es sólo fantasía, simulamos rigurosas columnas de cautivos, de secretos prodigios obedientes en el juego de retar a liberarnos de la noche feroz que nos aturde.
Son las nuestras batallas en derrota y alineados exploramos la jornada como esclavos de un dios majestuoso, ambiciones prendidas en el alma y sólo las mentiras nos hacen más felices al juzgar que ese arco de triunfo, de la ilusoria piedra, celebra nuestro nombre. Vanidad que nos alienta.
Viajeros sin futuro, la fortuna no cuenta con nosotros.
Fin de fiesta Sombreros en el suelo, deslumbran los restos de la fiesta, vieja ceremonia que recibe el año nuevo vestida de sí misma.
Serpentinas al cuello, madrugada de sabor desvaído con disfraces de carmín, las copas manchadas de guirnaldas, luces de enero, enfocan la resaca bajo el ruido de bengalas aturdidas, colores.
Ceremonia en la noche del año que murió, año nuevo feliz, corean los labios sin moverse, mil abrazos, nadie quiere despedirse y se abre el juego con los ojos para mantenerse en pie, el humo se hace dueño de la noche y las risas nos ocultan otra vuelta de la vida.
Fin de fiesta borroso, vapores diluidos de otro sueño, aún quedan muchos días para brindar al cielo, entretanto jugamos a vivir y esquivamos los abrazos del invierno.
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