MIS PRIMEROS PADRES
Emilio Morales Prado
Ah, mis primeros padres, luchando por su vida,
acechando serpientes y antílopes y tigres,
recolectando el dátil.
¿Qué veneno comieron, qué planta, qué alimaña,
qué dolor transitivo asimilaron,
qué inquietud, qué sorpresa,
qué gran desasosiego?
Siglos después, milenios
de un tiempo que no existe,
lejos, tal vez, en un espacio vano,
mi carne y yo sufrimos la secuela,
rezumamos aquello, nos duelen sus efectos.
Mi cuerpo y yo que somos
uno, dos, muchos, posiblemente todos,
mi cuerpo y yo, decía,
nuestros primeros padres,
nuestro dolor profundo,
nuestra gran alegría,
nos ponemos en duda, tenemos un problema:
dos y dos no son cuatro;
dos y dos son angustia
y amor, y ese vacío
que nos tira del alma,
nos hace ser quien somos y a la vez no ser nada.
Ah, mis primeros padres surgiendo de la nada.
Para sobrevivirse
lanzaron su dolor hacia un futuro incierto,
un dolor que ahora mismo
tiene el nombre de “yo”;
un dolor que pretende también sobrevivirse
volviéndose locura o acto de certeza.
Lo afirmo como un grito umbilical y oscuro:
“yo”, posiblemente “tu”.
¡Ah, mis primeros padres!