EL EMBRUJO
Rosy Palau
No me gusta éste silencio. Maldita cosa la vida y maldito el recuerdo que no sirve más que para gritarme a la cara "eres malo, Juan Imperio, muy malo". Y que le voy a hacer. Soy un hombre con una pata en la tumba y la otra en el pedazo de tierra del que no me quiero ir.
Dirán: ¿No que tan maldito todo? Pues sí. Por eso no me he dejado nunca. Me agarré a lo que pude. Lo mejor fue la mirada de aquellas mujeres, misteriosa como una puerta entreabierta, mojada de penumbra, que invita a pasar. Luego uno pasa, despacito, cuidando de que no se acaben esas palabras que son como un ungüento que se frota y amansa el miedo.
Que así es la muerte, que te llama "ven, ven, por aquí. Métete en la luz, en el bendito ardor que no quema, bueno, nada más poquito, así quieres más" Pero yo ya saqué mis cuentas y digo que mienten. No es lo mismo estar despierto, sabiendo lo que haces con tu consentimiento, a que te manden dormido y te avienten a lo más hondo para siempre.
¿Ya me vieron? Estoy viejo, extremadamente viejo, de un viejo excesivo, muy viejo, para que me entiendan. Soy capaz de tropezarme hasta conmigo mismo, de hablar con las sombras. Mas así como me ven, óiganme todos, estas manos que ahora me tiemblan, fueron las que juntaron al milagro con el pecado.
"Ándale Juan Imperio, dame algo para que se arrastre de amor por mí"
Yo las veía de lado, acomodando los frascos rellenos de animales y ramas secas que recogía de allá, detrás de los cerros, bajo las piedras, en lo más oscuro. Después les clavaba los ojos en el puro medio del pecho y les decía en voz alta, para que brillara la autoridad: "Primero hay que revisarte el alma. De seguro y no está donde te la puso Dios. Eso tarda. Hay que buscarla".
¡Ah! Cómo me gustaba verlas así, tan dispuestas, preguntando: "¿Cómo cuánto Juan Imperio? El alma es invisible" Porque luego yo decía: "Entonces si es invisible, es, porque si no, pues no es. ¿O qué? No me tienes confianza"
El mareo que les daba pensar las ponía muy quietas.
Las hubieran visto salir tan contentas, con un animalito flotando en el alcohol de color.
" Unas cuantas gotas en el suelo que pise y me dices lo que quieras. Al rato hasta vas a venir para que te lo quite de encima".
Qué bonita la fe. Hace que se cumplan todos los milagros.
Por eso llevo siete días esperando, siete días vigilando que no se apague el fuego y se seque el agua donde hierven las fotos que yo les pedí con todo y dinero a cambio de mis favores. Un solo trago de esas caras lisitas y espantaré a la muerte, me dejaré de caer a retazos.
Ya cállate Juan Imperio. Por malo el demonio no te deja cerrar los ojos. Mira todo lo que hiciste. Desde que me acuerdo estás hable y hable, como si estuvieras hecho nada más de palabras. Por qué no te llevará de una vez en lugar de tenerte en el remojo de este infierno, que no es nada comparado con el que te vas a ir.
Yo te quise Juan Imperio, me enyerbaron tus embrujos. Dizque no me encontrabas el alma. ¿Y quién vive con ese susto? Entonces iba y venía hasta que sentiste que te estabas pasando. Luego supe que lo hiciste de adrede, me lo dijiste con burla, pero a mí no me importó, porque ya me había acostumbrado a tus manos, a esa voz con la que me ibas metiendo, igual que a las manzanas en la miel espesa para forrarlas de caramelo.
Yo creí que la gente nada más se moría una vez. Tú la matabas a pedacitos, prometiéndoles cosas.
"No se preocupe Consuelo, su hijo ya va a venir"
Ahí estaba la pobre, sentada en su mecedora, viendo para afuera, acordándose del dibujo que le enseñaste en un plato lleno de cenizas.
Después regresó muchas veces para decirte que no, que no volvía y para defenderte de tus mentiras, le sacaste que estaba pagando una culpa, que cuando supiera cuál, mejor se la dijera a Dios, porque tú con Él no te metías. Así la encontraron, cogida de un rosario, con los ojos secos de llorarle a la distancia.
Eso sí, Juan Imperio, de que existe la suerte, existe. Un día te vieron salir volando por la ventana, convertido en un zopilote muy negro.
Todavía me acuerdo del alboroto que levantó el que "te vio clarito". Así son las creencias. Nos dejan muy quietos, esperando.
Ya falta poco, pero quisiera que faltara menos.
Hay una voz que me sigue, me quita las ganas. La oigo y no quiero verla. Antes si, cuando la vi llegar por primera vez dándome órdenes:
"Mira Señor. Yo vengo a que me hagas rica, pero no de hombres, sino de dinero"
La inocencia vestida de rojo y apretado, te desarma.
Así caí yo con esa mujer, terca de querer saber lo que le daba para seguir sabiendo.
Era tan puntual, tan cumplida. Seguido me trajo las ocurrencias de su voluntad.
"Ten un zapato de cuando estaba chiquita, por si te hace falta"
Sucede. Entre risa y risa, al rato ya andaba inspeccionando la casa, descomponiéndolo todo. Pero es cierto. Mientras se dejaba hacer, yo le iba comprando sus cositas de oro.
En lo de siempre querer, fuimos iguales. El problema es que se le gastó la fe y ahora me grita que me volvió lo malo.
Pero a mí que no me vuelvan a decir que uno debe conformarse. Ya se nace con los antojos.
Si los árboles dejaran de echar hojas ¿de dónde iban a sacar la sombra?
Bueno. Pues para eso estoy yo, para dar cobijo a ese montón de gente que quiere refrescarse de la desgracia de tanta incomodidad.
¿Ya viste el aire Juan Imperio? En ése te vas a ir cuando te hagas de tierra, igual que todos lo muertos. De la vida nada más te queda soltarte de una esquinita.
Aunque no quiero pleitos, eso que cuentas era muy antes y de los recuerdos nada más quedo yo, aquí parada, esperando a que te tomes ese trago de caras hervidas y me convenzas de tu poder.
Antes, fíjate bien. De las que flotan en tu brebaje, yo era la más bonita.
Así quiero quedar. Lo prometiste. Primero tú, luego yo, los dos, altos y lisitos, para salir corriendo a decirles a todos: ¿No qué no?
¿Por qué me obligas a hacer memoria? Cada rato te me apareces igual como eras, en un pensamiento lleno de risas y de besos que tenían la magia de hacerme sentir livianita, livianita, como un pedazo de papel que levantaba el viento para llevarme a muchos lados. Y allá iba yo, en ese ventarrón de luz, en esa fiesta de palabras que pasaban bailando, adornándonos el amor.
Nunca te vi lo feo Juan Imperio. Yo creo que te lo tapaba el encanto de saber de todo. Después ¿Cómo lo explico? Te conocí de más y ya no te gustó.
La realidad siempre ha existido, pero se puso de moda.
Hay unos allá afuera que están secando el mundo, tercos de sacarle muestras. Como si nos hiciera falta que nos enseñaran las tripas para saber de qué somos.
¿A poco nada más es verdad lo que se tienta? ¿Y lo que se ve cuando estamos despiertos, cayéndonos de solos?
El corazón no piensa, por eso se tira donde le parece más bonito. A veces le atina, a veces no, pero se levanta y se vuelve a tirar.
De eso se trata, de no dejar que nos gane el juicio y se nos borren los pocos sueños que nos quedan.
Por eso te voy a salvar Natalia. Primero yo, luego tú, para que te vuelvas a poner esos vestidos apretados y a mi me salga la curiosidad.
¿Qué caso tiene el sufrimiento si no dejamos nada, si nos morimos y ya?
Mejor hay que buscarle. ¿Qué tal si todo me sale bien, igual que a esos que tuvieron la gracia y ahora salen en los libros, repitiéndonos una y otra vez la maravilla de sus inventos.
Imagínate. Aparte nos volvemos ricos.
A pesar de tus maldiciones te tengo confianza. Sé que no le vas a contar a nadie como le hicimos y lo de buena para cobrar ya lo traes.
Tengo miedo Juan Imperio, desde aquella vez que aquél nos vino a gritar que éramos ignorantes, que los misterios necesitan unos aparatos que nada más los que saben tienen, que ya han retratado fantasmas, pero que no existen, porque les preguntan y no contestan. Entonces nada más son imaginaciones de los que quieren encontrar a fuerzas.
¿Será cierto eso que contó de que hay unos que de tan sabihondos, ya están haciendo los velices para irse a vivir a la luna y a otros planetas?
A lo mejor no sé mucho, pero yo pienso que se van a asfixiar.
Por eso me quedé callada. Tú bien que le contestaste: "Ándele pues, siga dando sus clases. De todas maneras de aquí no los va a sacar".
Y le dijiste la verdad.
Acércate Natalia y abre muy bien los ojos. No vaya a ser que creas que no es cierto. Si ves algo raro, no te asustes, soy yo, pero con las fuerzas que me están volviendo.
Sabe amargo, como un asco. Así eran las vidas que yo arreglé.
Siento que algo me golpea por dentro. De seguro se me está cayendo lo viejo Natalia. Hay muchas voces que dicen: "Vas a quedar como nuevo" ¿Las escuchas? Ven. Las manos ya no me tiemblan. Ten un trago. No, espérate, yo te lo llevo. Ya puedo. Mírame.
Sabe amargo, pero lo tapa el dulzor de verte Juan Imperio. Igual, como antes, como la primera vez que me robaste con los ojos.
Fíjate, no me duele nada. A ti te tocó el dolor, a mí lo aliviada.
Tú eres mi espejo y en él me veo, así como lo prometiste. La más bonita.
¿Quién es ésa Natalia?
Ha de ser la muerte que viene a buscarte.
No creo, ella no tiene cara.
Acuérdate que uno se la pone.
Todavía estoy aquí. Dile. No. Mejor hay que dormirnos para que no nos vea.
Duérmete tú Juan Imperio. Yo nada más la voy a esperar para decirle. ¿No qué no?