SANDINA

 

 Félix Morales Prado

 

 

La universidad es similar a “La escuela de Atenas” de Rafael. Un profesor imparte su lección en las escalinatas:

         Sandina de los Sueños está en medio de un paisaje de colinas dulces para el corazón, como de arena suave. Al viajero, Sandina se le parece siempre al sitio donde transcurrió su infancia. Debe de ser por la luz, dice el alcalde. A Sandina se puede ir a través del sueño o por los caminos de la tierra, si bien no es fácil encontrarla. Pero sólo una vez. A Sandina de los Sueños sólo se puede llegar una vez en la vida. Los que intentan ir por segunda vez se vuelven locos y se convierten en el fantasma de su deseo. Podemos encontrar personas que ya murieron. O a otros que llegaron soñando. Dos que llegan a Sandina por las vías del sueño en una misma noche, si se ven, ya despiertos, al día siguiente, se dirán el uno al otro: "Anoche te vi en mi sueño". Incluso podrán continuar la conversación que mantuvieron dormidos. Otros habitantes de Sandina son sencillamente ilusiones, proyecciones, entelequias, aunque toman copas en la taberna, pescan salmones o cumplen su función de ciudadanos (carpinteros, albañiles, hortelanos, médicos) dentro de la comunidad. Todas estas cosas pueden hacer suponer que Sandina es un producto de la imaginación o un símbolo. Pero no es así, de ninguna manera. Es un pueblo bien real, que viene en los mapas, aunque es verdad que no en todos porque no es una localidad importante. Hace un par de años, por ejemplo, fue galardonada con el Premio a la Belleza que el gobierno concede a los pueblos que cuidan su limpieza y su aspecto. Allí conviven tres tipos de habitantes: los que han llegado a través del sueño, los que han llegado en bicicleta, coche, tren, barco, y los autóctonos. Estos últimos se subdividen, a su vez, en: los que siempre han estado en Sandina, los que han llegado a través de lo que llamamos muerte, los que llegaron viajando y han decidido perderse para siempre y los que han nacido allí. Los que han nacido en Sandina (que son los niños abortados en la realidad) pueden ser puros o mestizos (puros sandinos, puros forasteros o mestizos de ambos). Diferentes cualidades y señales distinguen a los individuos de cada una de estas clases y subclases. Por ejemplo, los que han llegado a través del sueño, pueden volar; los que han llegado por los caminos de la Tierra no pueden volar; que los autóctonos vuelen depende de la voluntad de los soñadores. Los soñadores tienen éste y otros peregrinos poderes, lo que, dependiendo de su natural, los hará más o menos antipáticos a los autóctonos. Pero nunca deseados. Lo único que hace soportable a los autóctonos la visita de los soñadores es que se irán al despertar y ya no podrán volver nunca. Asumen mejor a los viajeros, sin poderes extraordinarios y cuyo esfuerzo por llegar es testigo de su amor por el sitio. Si un viajero decide quedarse para siempre, es aceptado en la comunidad como uno más. Y si son buenos y propicios, en sus funerales (en Sandina sólo mueren los viajeros) rocían sus cadáveres con licor de voz de caelowe. Tuve oportunidad de contemplar este rito. Cuando el licor moja el cuerpo del muerto, éste se transforma de inmediato en fantasma sin dejar residuos y se reincorpora, en su nueva naturaleza, a la vida de la comunidad. Se hace una fiesta, como cuando nace un niño. Los beneficiarios de este rito son los únicos de los que puede decirse, de algún modo, que llegan dos veces a Sandina.

         La belleza de este lugar cautiva de tal forma al soñador que se sentirá todo el tiempo entre el dolor y el gozo, como el esclavo de un amor imposible. Sandina lo rechaza, como su propio pasado, como una mujer hermosa y altiva. Se moverá igual que un espectro entre sus habitantes, que fingen no verlo, aunque en realidad lo están viendo, lo que se revela a través de sus conversaciones, terciadas por guiños y frases de entendimiento:

 

         -Venga, échame ya un vino. Estás alelado. Ni que hubiera aquí un soñador.(!)

o

         -¡Qué callados estáis! Parece que hubiese pasado un soñador.(!)

 

         Ellos, los autóctonos, han afirmado en repetidas ocasiones que no usan estas frases hechas para zaherir a los soñadores. "Si no existen. Son producto de la imaginación. ¿Cómo íbamos a querer molestarlos? Estas frases forman parte de nuestra cultura lingüística, de nuestra forma de hablar. Carecen de alusividad. En ellas predomina la función expresiva. En cuanto al material semántico en el que se sustentan, proviene de nuestro fondo mítico, de naturaleza simbólica".

         Sin embargo, constan amistades y romances entre autóctonos y soñadores. Incluso, ya se ha dicho, alguna descendencia fruto de estas relaciones (en Sandina, este tipo de mestizos son sagrados y se les rinde culto). Tales contactos no se dan al margen de la norma, que allí no existe. En Sandina las cosas pueden ser y no ser al mismo tiempo, sin que ello entrañe contradicción.

         Un antropólogo especializado en onirología planteó al alcalde el absurdo que suponía su no creencia en los soñadores junto a su patente relación con ellos.

         -Todo eso es mentira. Producto de las alucinaciones de los soñadores.

         -Pero si ustedes afirman que no existen.

-Y lo mantenemos. No existen. Sin embargo, alucinan.

 

 (Del libro "La yegua nocturna")

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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