Solsticio de invierno
Paloma Fernández Gomá
En la angostura de los solsticios
siempre existe el aleteo fugaz de furtivas miradas
o el transcurso de horas inciertas
que nos asaltan con sus difuminadas facetas
de oscuros orígenes.
A esta opaca realidad le sobreviene el llanto
cuando la noche delata su presencia.
Todos los pájaros son único clamor
que habita la extensa raíz del tiempo
ubicando su aleteo en tejados imposibles,
en sombras al descubierto
o se inmolan ante la presencia de ángeles custodios
que hubieron de derramar su mirra
en el más profundo de los surcos
que la tarde, en el horizonte, trenza.
Aquella perspectiva es ascua inaccesible
de oscilante vigilia;
mientras, un lejano espejismo se aproxima
hasta la huella, que hubiera depositado el agua.