Destino

 

María Fernanda Trebol

 

 

Un solo hilito de perfume de tilo se filtra entre las hojas.

Desde la altura se desovilla con un tirón de brisa, le despeina las plumas a un par de pichones de paloma y baja.

Alineado con la altura de las cabezas que flotan como globos en la peatonal, serpentea entre olores humanos. Se trenza con perfumes de detrás de las orejas, fragancias sudorosas de nucas, alientos, delicados tonos de suspiros, bocanadas de alma liberadas en bostezos olor café.

En un descuido, se pierde dentro de una fosa nasal.

Su levísima masa se desorienta  ante la imprevista oscuridad.

El arrebato lo potencia, lo convierte en esencia y el torrente de aire se ensancha y se lo lleva todo entero, de principio a fin, hasta el fondo desconocido.

Por medio segundo el hilito se acurruca en la negrura y muere.

Su microscópico espíritu, comparable a la pestaña de un hada, sube y se escapa convertido en una suave curva de sonrisa.

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