LA REINA DE LAS HADAS

 

Eva Pérez Villegas

 

 

Esta noche pasada, como cada noche de luna desde hace unos meses, en mi duermevela, vinieron a buscarme los seres que habitan los jardines de mi reino.

 

Como las otras veces, vestida y calzada para la ocasión, me dispongo a encabezar un cortejo de huellas invisibles. Y como las otras veces, mi amado no sabe que él estará allí, vestido de blanco y plata también. Conmigo entre los míos.

 

La ciudad oscura queda atrás cuando la atravesamos flotando sobre todas las cosas, ligeros como el humo. Y se va haciendo pequeña en la distancia. A lo lejos quedan las sombras afiladas que pueblan los sueños de los hombres con miedo.

 

Esta noche habrá una fiesta. Cuando la luna viene al bosque, celebramos su luz porque ella ilumina las almas de todas las criaturas que lo habitan. Los montes, el aire, las plantas, el agua, el cielo y el fuego se vuelven azules con resplandor de ojos de niña.

 

La luna es mi madrina. De ella heredé la mirada lejana y mi verdadero nombre. Lunita me llama la gente de casa.

 

Antes de llegar hay que atravesar un puente donde se para el tiempo y no existe la edad, ni el arrepentimiento, ni miedo por nada. Nunca se piensa en pasado mañana ni en anteayer.  Ahora y siempre son la misma cosa. No está cerca ni lejos. Sólo se puede ir si se quiere.

 

Desde el final del puente se ven las luces, se oye la música. Las campanillas...Siempre es maravilloso volver al sitio que te vio crecer.

 

Mi palacio tiene muchas puertas grandes. Pero mis padres me dieron una llave pequeñita que las abre todas.

 

Ellos viven allí desde siempre, velando que todo quede intacto y puro eternamente.  Quisieron que yo naciera en tal lugar para ser princesa de este limbo sagrado.

 

A mi llegada están todos congregados sonriendo a mi paso. Los de siempre, los que nunca han nacido, los que nunca han muerto.

 

Bailamos y reímos y hablamos de cosas banales o no, en nuestra lengua antigua que nadie ha traducido.

 

En el destiempo infinito que posee lo mágico pasa la noche pero no las horas.

 

Antes de que madrina se vaya, yo ya estoy de vuelta acompañada del mismo cortejo de siempre. Y vuelvo a mi cama. Ni mi amado sabe que él estaba allí. Ni sabe tampoco que algunos quisieron quedarse conmigo, bajo mi almohada.

 

 

SUMARIO

DISTRIBUIDOR

INICIO